Se enfermó el alma,
Me digo con detenimiento.
Se enfermó la esperanza,
Al darse cuenta de tanta y tan variada decepción.
Se enfermó la dulzura,
Después de tanta desazón.
Se enfermó la infancia,
Al darse cuenta que hacía demasiado
terminó.
Se enfermó el recuerdo,
Infestado de imágenes indeseadas y
de dolores marchitos.
Se enfermó la astucia,
Mareada y confundida después de
haber sido tan constantemente golpeada.
Se enfermó la paciencia,
Siendo ya demasiadas veces
pisoteada.
Se enfermó la confianza,
Doliéndose de haber sido
traicionada.
Se enfermó el espíritu,
Que por más caluroso que sea el día
permanece helado.
Se enfermó el sentimiento,
Cansado de dolores impunes,
traiciones sublevadas,
Falsas visiones de las cosas y dolorosas decepciones.
Se enfermó la sonrisa,
Esa que prefirió guardarse,
recluirse en el más inhóspito rincón
Para evitar mirar la aberración.
Se enfermó la buena voluntad,
Esa que ya no tiene ánimo ni nada
que dar.
Se enfermaron
los sueños,
Infestados de horrorosas noticias y
baños helados de decepcionante realidad.
Se enfermó la visión del día,
Ocultando el sol tras un gris
nubarrón.
Se enfermó la conciencia,
Abatida ante la situación.
Se
enfermaron…
Los nombres de ser pronunciados en
falsos actos de redención o
“declaraciones de amor”.
Se enfermó la esencia,
Dolida de no poder ser lo que es…
Y todo eso se le enfermó a la
sociedad,
Que decidió dar por perdidas
batallas que jamás lucho.
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